Las situaciones de estrés, ansiedad, miedos y respuestas que evitan sentir dolor o emociones incómodas nos desconectan del sistema nervioso, por lo que es indispensable reconectarnos con nuestro cuerpo, sensaciones, emociones y creencias. Una práctica fundamental para centrarnos y recuperar la seguridad es permitirnos sentir y reconocer lo que ocurre en nuestro interior y a nuestro alrededor.

Cuando entramos en modo de supervivencia o experimentamos un alto nivel de estrés, el cuerpo genera una frecuencia de energía muy intensa. Esto provoca agitación, eleva el ritmo cardíaco, la respiración y el tono de voz, lo que puede desconectarnos. Es como si se interrumpiera la corriente, y dejamos de estar presentes. Si no hacemos nada para reconectar, estas sensaciones pueden quedar grabadas en el cuerpo, y aprendemos a funcionar de esta manera en nuestra vida diaria. Este modo de operar queda “trabado” entre el cerebro y el cuerpo, llevándonos a buscar constantemente amenazas. Así, vivimos de forma obsesiva en estado de estrés, y nuestras emociones y sentimientos responden de manera compulsiva, buscando seguridad o evadiéndonos cuando no la encontramos. Esto reduce nuestra capacidad de establecer un contacto sereno y tranquilo con los demás.

 

Por esta razón, es esencial desarrollar una conexión que nos proporcione bases de seguridad, las cuales pueden convertirse en una plataforma que nos sostenga y nos haga sentir que es seguro sentir, vivir y relacionarnos. Para lograr esto, es útil comenzar a reconocer las sensaciones en el cuerpo y, posteriormente, nombrar las emociones que las acompañan. Utiliza un vocabulario descriptivo para familiarizarte con el reconocimiento de lo que sucede en tu cuerpo.

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